UNA
APORTACIÓN PARA EL DEBATE
A.
Mora, R. Quirante y J. Carmona
(Participantes
en la Coordinadora de las Marchas de la Dignidad de Granada)
En estos meses
las Marchas por la Dignidad se enfrentan a un contexto en el que pueden y deben
jugar un papel central como espacio de convergencia y coordinación de las
luchas existentes y como herramienta para plantear una estrategia conjunta
basado en un programa que rompa a las claras con el sistema en el que vivimos.
Con este documento, presentado a la Asamblea Andaluza del 28 de enero de 2017,
proponemos algunas cuestiones sobre ello. Partiremos de un balance general de
la situación política, las respuestas que ha habido y el papel de las Marchas
desde su nacimiento, para pasar a segundo punto de balance de todo el ciclo
electoral que se cierra ahora y hacer algunas propuestas sobre hacia donde
deben ir la Marchas de la Dignidad.
1.
Situación política desde la crisis
1.1. Crisis del sistema capitalista. Políticas llevadas a
cabo por los diferentes gobiernos
La crisis del
sistema capitalista, iniciada en el año 2007, está siendo una coyuntura
aprovechada por los de arriba para redefinir las relaciones entre las rentas
del capital y la renta del trabajo, mediante una liquidación de las conquistas
de la lucha de l@ trabajadores y la instalación de unas condiciones de vida
cada vez peores para l@s de abajo.
A nivel
internacional la crisis ha afectado de manera desigual al conjunto del mundo,
proyectándose de diversas formas. De una parte, mediante un endurecimiento de
los conflictos entre imperialismos, que está teniendo como focos principales
las zonas de Oriente Próximo y el este de Europa; de otra, un ascenso de la
derecha en los países que representaban un modelo antiimperialista, con la
demostración del agotamiento de este tipo de proyectos, como es el caso de
Venezuela. En general, la crisis económica ha abierto brechas que se proyectan
en crisis políticas (con la redefinición de los partidos, el cambio de fuerzas
dentro tanto de los de arriba como de l@s de abajo, etcétera) y crisis
institucionales (cuestionamiento de modelos nacionales y supranacionales).
Este esbozo,
muy general, también puede verse en el caso del estado español. Ante la crisis,
las políticas de los gobiernos (tanto del PSOE como del PP) han sido de avanzar
en todo un programa de reformas para hacernos pagar una crisis que no hemos
generado: el ataque a l@s trabajadores públicos (2010, 2012), las dos reformas
laborales (2010 y 2012), el pensionazo o el artículo 135 que prioriza el pago de
la deuda sobre la sanidad, la educación o cualquier servicio públicos..., y,
frente a la conflictividad social, la ley mordaza; en definitiva hacernos pagar
la crisis, y castigar a l@s que luchan.
Todo esto se
ha expresado en el estado español de una manera concreta: la crisis política,
con el cuestionamiento del bipartidismo y con el surgimiento de nuevas fuerzas
políticas; la crisis institucional, con la abdicación del anterior rey en una
operación de cambio hecha desde arriba para evitar la movilización desde abajo
(junio de 2014), el cuestionamiento de la constitución y la cuestión catalana.
Esto último está jugando un papel central en la política estatal porque supone
una brecha que ahonda en la crisis que señalamos y que puede tener un efecto de
re movilización social enorme en Cataluña, siempre y cuando esté encabezado por
aquellos que sufren las consecuencias de la crisis, es decir por l@s
trabajadoras. Un proceso de estas características de seguir liderado por la
burguesía catalana difícilmente podrá abrir nuevas brechas en el terreno de la
lucha social ya que ésta defiende en el terreno económico una política también
en beneficio de los capitalistas.
1.2. Resistencias sociales, laborales, juveniles
La calle ha
sido protagonista desde los inicios de la crisis y, por ello, como decíamos, se
han visto obligados a endurecer las políticas de represión. Las resistencias se
han expresado de diferentes formas a lo largo de estos años: en el plano
laboral, con luchas más o menos parciales pero con ejemplos importantes como
Coca Cola, Panrico, la lucha de los mineros, las movilizaciones por la
educación pública y la sanidad pública o las huelgas de transporte en Zaragoza
y Barcelona; segundo, a través de la juventud en universidades y enseñanzas
medias, estando presente a lo largo de toda la crisis y teniendo un papel
destacado contra la LOMCE y más recientemente contribuyendo a la retirada de la
reválida; en tercer lugar, el gran estallido que supuso el 15M, el cual impugnó
el sistema político actual y dio inicio a todo un ciclo de grandes
movilizaciones; no hay que olvidar también la construcción de movimientos
contra los desahucios y en defensa del derecho a la vivienda, que están
obteniendo importantes victorias; por último, las tres huelgas generales convocadas
hasta la fecha (septiembre de 2010; marzo y noviembre de 2012).
1.3. El papel de las marchas en ese contexto
Cuando el
ciclo de movilizaciones iniciado por el 15M se había ido transformando (hacia
una descentralización de los frentes de lucha, como la sanidad, la vivienda o
la educación) el nacimiento de las Marchas por la Dignidad supuso un nuevo foco
centralizador de las resistencias, planteando una fecha y un lugar para golpear
tod@s junt@s. El éxito el 22 de marzo fue tremendo, con la gran demostración de
fuerzas en Madrid que aglutinaba a sectores en lucha, organizaciones políticas,
sociales y sindicales, y además sintetizaba un programa que emergía desde la
calle y que atraía a amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud.
Sin embargo,
una de las claves de esta herramienta era dotarse de un horizonte de
continuidad, que consolidase el trabajo realizado cara a la movilización en
Madrid. El mutismo hizo que, ante la llegada del ciclo electoral, toda la
fuerza que estaba en la calle se canalizase a través de la ilusión electoral,
volviéndose a una fragmentación de las luchas existentes y perdiéndose una
oportunidad de haber ahondado por la vía de la movilización en la crisis
abierta.
1.4. Papel de las direcciones sindicales
En todo este
contexto el papel de las direcciones de los sindicatos mayoritarios está siendo
el de frenar e intentar canalizar las movilizaciones. Aunque convocasen las
huelgas generales antes citadas, no ha habido un interés en plantear un
calendario que pusiera la movilización sostenida en el tiempo como herramienta
para poder cambiar la situación. Su mutismo tras las huelgas generales, el
apoyo al pensionazo y su constante llamada a la paz social y a la negociación
son elementos que no están ayudando a la movilización en la calle. De hecho,
ante las luchas que existen, fragmentadas, no están actuando como elemento
aglutinador. Por otro lado, tampoco las organizaciones sindicales
“minoritarias” o “combativas” están orientándose con audacia, aprovechando la
situación para lanzar un calendario de movilizaciones que canalice el descontento
social hacia la calle, tratando de dar perspectivas a las luchas sectoriales
existentes y presionando así desde las bases al resto de organizaciones
sindicales, lo cual dificulta el hecho de poder sobrepasar esta orientación. El
mayor ejemplo de esto último fue, como hemos indicado, no darles perspectivas y
continuidad a las primeras marchas del 22 de marzo de 2014 en Madrid.
Apoyándose en el éxito de aquella movilización en la que incluso se consiguió acercar
a sectores enteros de los sindicatos mayoritarios, desbordando a sus
direcciones, las centrales sindicales combativas no supieron seguir con aquel
empuje y sacar provecho para la movilización de aquel éxito convocando por
ejemplo una huelga general. De alguna manera se adaptaron también al discurso
promovido por algunas organizaciones políticas de la izquierda de que lo que
tocaba a partir de entonces era poner la carne en el asador del cambio mediante
las elecciones y el asalto a las instituciones.
2. Balance ciclo electoral y
perspectivas
2.1. La teoría del asalto a las instituciones y de las
elecciones no ha permitido cambiar nuestras vidas
Con la llegada
de las elecciones europeas del 2014 da comienzo todo un ciclo electoral que
sigue al ciclo de movilizaciones iniciado en el 2011. De hecho, este no se
entendería sin la crisis institucional y política que se pone de manifiesto
desde la calle a través del ya famoso “no
nos representan”.
A partir de
esas elecciones, con el mutismo de las direcciones sindicales y la falta de
audacia por parte de las marchas de la dignidad, la indignación y el
descontento social se canalizan hacia dos vías. En la calle, vuelve la
fragmentación que las marchas habían tratado de superar; en lo político, las
instituciones aparecen como forma de cambio, generando gran ilusión incluso en
la gente que se moviliza.
Esta ilusión
se basaba en un mensaje: asaltar las instituciones, es decir, conseguir el
máximo número de votos, para poder llevar a cabo políticas para la mayoría,
como el caso de Grecia parecía señalar. No importaba tener un programa que
eliminaba cuestiones fundamentales como el impago de la deuda. Lo importante
era ganar posiciones para controlar los parlamentos. Esto llevó consigo un
deslizamiento de los programas electorales hacia la derecha, un cambio en cómo
se percibían las fuerzas de seguridad (desde la represión durante las
movilizaciones a una naturalización de estas, como el ejército o la guardia
civil), un cambio de discurso frente al PSOE (de enemigo y base del
bipartidismo a aliado, con defensa de fórmulas como la portuguesa) y una sobrevaloración
de lo institucional frente a la calle.
2.2. Nuevo gobierno del PP en minoría, pero con acuerdos
seguramente de legislatura con C's y PSOE
El balance
político de esta orientación ya la conocemos. De nuevo gobierna el PP tomando
acuerdos con C´s y un PSOE que no ha sido sustituido por otras fuerzas
políticas, aunque tenga una crisis interna enorme, que no sólo está golpeando
al PSOE sino también a otras organizaciones como PODEMOS. La ilusión electoral
ha dado paso a un cierto desapego, como se demostró en la subida en la
abstención (principalmente en la izquierda) en la cita electoral del 26 de
junio.
Este gobierno,
uno de los más débiles desde 1978, será el responsable de toda una oleada de
recortes que tendrá que hacer en los próximos meses para evitar el desgaste
electoral con posterioridad. Estos recortes -ya anunciados por Montoro a la
altura de 17 000 millones de euros para el 2017 - ahondarán en los ya citados,
estando sobre la mesa la reforma de las pensiones; a la misma vez, sus socios
de gobierno le obligarán a desarrollar ciertas reformas que, aunque meramente
simbólicas o con escaso efecto real (caso de la subida del salario mínimo
interprofesional) servirán para intentar fortalecer el gobierno cara a la
opinión pública.
Al mismo
tiempo, vemos un resurgir de las luchas como demuestran las huelgas de
Telemarketing, las movilizaciones por la sanidad, la Huelga de Educación en
Andalucía y Madrid, las Huelgas estudiantiles, las movilizaciones convocadas
por CCOO y UGT que aunque tengan una orientación equivocada, la defensa de la
política de concertación, demuestran que no es posible seguir sin al menos
salir a la calle y por último, las fechas del 3 de diciembre o el 19 de
noviembre de las marchas por la dignidad.
2.3. Frente a esa orientación exclusivamente electoral e
institucional sigue siendo necesario la movilización de la clase trabajadora y
de la juventud para cambiar nuestras vidas.
Ni el mutismo
y la falta de un horizonte, ni la hipótesis de despoblar las calles para
asaltar las instituciones por medio del voto han permitido realmente cambiar
nuestras vidas. Las grandes reformas siguen prácticamente intactas, mientras
continúan las altas tasas de paro y la precariedad laboral se ha convertido en
la normalidad en el mercado de trabajo.
El fracaso de
la vía institucional se ha visto también a nivel internacional: de un lado, con
el agotamiento de uno de los ejemplos más avanzados como es Venezuela; de otro,
con el caso de Syriza y el referéndum convocado en el verano de 2015 por
Tsipras, demostrando los límites de las instituciones y de ese tipo de
orientaciones. Frente a esta vía, la calle ha demostrado tener fortaleza para
poder poner contra las cuerdas esas mismas reformas que las instituciones no
están cambiando. El caso de Francia, el movimiento juvenil, Nuit debout y la
huelga general convocada en plena Eurocopa contra la reforma laboral del
gobierno del PSF señalan las potencialidades de la lucha en la calle. Solamente
mediante está herramienta, en Francia han sido capaces de cuestionar seriamente
la implantación de la Reforma Laboral, mientras que ninguna vía institucional
lo ha permitido. Pero, incluso en el
caso del estado español, solamente aquellas movilizaciones que se han mantenido
más tenazmente en la calle, como las luchas laborales antes citadas, el
movimiento contra los desahucios, la lucha del movimiento feminista contra el
aborto y el movimiento estudiantil, han obtenido victorias reales. Es
importante visibilizar la orientación de que la mejor forma de luchar contra
las políticas de austeridad es mediante la movilización sostenida, la
autoorganización de l@s de abajo, las huelgas… frente a la política de
negociación con la Troika o con los responsables de la crisis. No es posible
llevar a cabo un verdadero reparto de las riquezas que beneficie a l@s de abajo
sin enfrentarse a los privilegios de los de arriba. Al
igual que es imposible imponer esa política, es decir llevarla a cabo, sin el
compromiso y el convencimiento de la inmensa mayoría de la sociedad que a día
de hoy padece los efectos de la crisis capitalista.
2.4. La perspectiva estratégica de la huelga general y la
importancia de la convergencia de las luchas y su auto organización
La auto
organización y la convergencia de l@s que luchan son las dos claves para poder
levantar un programa de l@s de abajo que permita verdaderamente cambiar el
curso de las cosas. Esta convergencia no solo ha de darse en fechas concretas,
sino que hay que construir los espacios que permitan una convergencia en la
elaboración de la estrategia y de los pasos a dar y, por último, hay que
converger también en cuanto a nuestro programa.
En ese
sentido, el ejemplo de Francia (como más reciente, pero no por ser el único)
demuestra la necesidad de recuperar la Huelga General como herramienta de
cambio. Huelga General no entendida como el paro de 24 o 48 horas. Sino como el
paro total en el que aquellas y aquellos que producimos la riqueza hacemos
parar todo y comenzamos a decidir qué hacemos, cómo y para qué. La huelga general sigue siendo a día de hoy
la mejor herramienta de l@s trabajadores para presionar a los que acumulan las
riquezas y a los gobiernos de turno que les sirven. Por el lugar que ocupa en
la sociedad y en la producción, la clase trabajadora tiene el poder de
paralizar la sociedad. Cuando eso ocurre, los capitalistas pierden dinero y
eso, si dura en el tiempo les presiona mucho. Pero la huelga general no es
solamente una herramienta para la lucha inmediata sino también para reconstruir
la conciencia política de la mayoría de la sociedad. En efecto, la huelga
general cuando es sostenida en el tiempo pone sobre la mesa quien genera
verdaderamente las riquezas y quien tiene el poder de decidir sobre todo. Por
tanto, nos permite
experimentar el control total de nuestras vidas mediante una toma de decisiones
en las que, por ejemplo, el 15M fue una experiencia incompleta por no
extenderse precisamente a los centros de trabajo.
Caminar por
tanto hacia una huelga general, mediante la convergencia de tod@s los que
luchamos, es caminar hacia un cuestionamiento total del sistema, que se basa en
que unos pocos detenten la riqueza mientras que el resto se ve obligado a
trabajar cada día para malvivir.
3. ¿Qué marchas para este periodo?
3.1. Unas marchas que sirvan de lugar de convergencia de
las luchas, pero con iniciativa propia a la hora de proponer perspectivas de
movilización
En el 2014 las
marchas volvieron a unificar a l@s que luchan en términos organizativos
(mediante un espacio) y en términos políticos (mediante un programa y una
fecha). Es necesario que hoy en día vuelvan a cumplir esa función. Actuando de
paraguas y ofreciendo un espacio de solidaridad y encuentro para las luchas
fragmentadas, pero también actuando como una herramienta de coordinación que
permita proponer un calendario y elaborar una estrategia. Converger para ganar,
pero para ganar en cada conflicto, y también para ganar entre todos los
conflictos; en definitiva, para imponer un programa.
3.2. Unas marchas que recuperan un programa de ruptura
que ha estado difuminado durante el ciclo electoral
No se puede
ganar sin la movilización y sin un programa que plantee claramente las
contradicciones de un sistema que solo genera paro y pobreza. Un programa que
no se enfrenta a los intereses de los de arriba, que no cuestiona el hecho de
que unos pocos detenten todo el poder, es un programa condenado al fracaso. Si
la base de la riqueza es la propiedad privada, hay que cuestionarla; si la base
de la riqueza es trabajar mucho por poco salario, hay que defender el reparto
del trabajo a igual salario; si la base de la riqueza es que las mujeres cobren
menos o sean más vulnerables, hay que atacar esa desigualdad; si la base de la
riqueza es el control privado de la finanzas, hay que reivindicar una banca
pública…reivindicaciones que tienen que ver con la calle y las movilizaciones,
que todo el mundo entiende porque las padece, pero que los de arriba no están
dispuestos a aceptar porque atenta contra sus intereses. Hay que unir aquí
reivindicaciones democráticas (como el derecho de los pueblos a la
autodeterminación o el derecho al aborto) con aquellas otras que van más allá
del sistema en el que vivimos, siempre bajo la perspectiva de poner sobre lo
mesa aquello que sufrimos cada día y por lo que el conjunto de la clase
trabajadora y de la juventud se moviliza y movilizaría.
No hablamos de
un programa para gestionar o para llegar a las instituciones, sino un programa
para converger, para ponernos en movimiento, para ganar. Pensar en un programa
de este tipo nos obliga a pensar en cómo se impone a aquellos que no quieren y
que nos gobiernan. De ahí que en este programa haya que incluir la Huelga
General como una herramienta para cambiar las cosas. La Huelga General como
reivindicación que sirve para movilizarnos y que a la vez es intolerable para
el sistema.
3.3. Unas marchas que se estructuran a todos los niveles
(provincial, andaluz y estatal)
Las
marchas necesitan ser ese espacio de convergencia y coordinación. Y para ello
es necesario y avanzar hacia la construcción de una estructura que sea cada vez
más sólida. Esto tiene tres niveles de concreción:
1. A nivel local y provincial, la
creación de coordinadoras de las marchas que se reúnan regularmente y que
planteen una política activa hacia los sectores movilizados, buscando la integración
de los diferentes conflictos que se desarrollen a nivel local y provincial así
como de los movimientos sociales y colectivos en lucha para seguir construyendo
las marchas como un espacio de convergencia, movilización y lucha.
2. A nivel andaluz: la
coordinadora andaluza de las marchas, reunida en Humilladero y Antequera cada
quince días, ha sido una herramienta clave para la consolidación de las marchas
en Andalucía. Junto a este órgano, la experiencia de asambleas andaluzas ha
sido menor, aunque el balance también es positivo. En el próximo periodo ha de
darse un salto cualitativo en dos vías: mediante la regularización de estas
asambleas andaluzas (órdenes del día previo, plazo para el envío de
documentos…) y mediante la elección de una coordinadora
andaluza permanente, que se reúna cada dos semanas, pero que mantenga una
actividad coordinada para ejecutar las decisiones que se vayan tomando en las
asambleas andaluzas. Esta coordinadora andaluza permanente tendría un
representante por cada marcha y por cada organización política y sindical.
3. A nivel estatal:
Hay que ir caminando hacia una estructura similar a la planteada para
Andalucía, con un funcionamiento real de abajo/arriba: Asambleas estatales
regulares, con órdenes del día y capacidad para decidir, así como estructuras
permanentes de coordinación entre asambleas, de manera que las marchas mantengan
una tensión entre encuentro y encuentro.
Esta
estructura, además de tener una dimensión organizativa, debe servir para la
realización de campañas con una realidad estatal (con flexibilidad para su
concreción) que vayan más allá de fechas unitarias: actos, difusión de campañas
locales, apoyo a luchas laborales y movilizaciones sociales…El objetivo debe
ser levantar un calendario de lucha que permita converger e ir intensificando
las luchas sociales.
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