jueves, 19 de enero de 2017

Rafael Polo



Nuevas estrategias de lucha
Rafael Polo
El 15 de mayo de 2011, cientos de miles de personas salieron a las calles por toda España gritándole a los políticos de todo el arco parlamentario: “No nos representan” y volvieron a plantear, una vez más, que la capacidad de decidir acerca de todo aquello que afecta a nuestra vida debe corresponder a los propios afectados.

España se llenó de asambleas de barrios y de pueblos que pretendían “empoderar” a los ciudadanos y construir un nuevo poder surgido desde abajo que reemplazara al corrupto sistema que nos ha traído hasta aquí.

Una nueva generación entró en acción, presentó una enmienda a la totalidad a las estrategias y las tácticas de una izquierda que, en cuarenta años, había interiorizado ya tanto los valores del Régimen del 78 que llevaba décadas a la defensiva.

Los que habíamos vivido otros estallidos anteriores y leído acerca de otros sucesos históricos semejantes sabíamos que al 15M le faltaba estructura para poder sostener un largo pulso con el poder y que el tiempo no dejaría de erosionar su discurso originario pero, también, que el impulso que lo había motivado era genuino y que el estallido se repetiría de diferentes maneras durante los años siguientes.

El 22 de marzo de 2014 tuvimos el privilegio de participar en otro que superó todas nuestras previsiones. Tengo la sensación de que la respuesta ciudadana era consecuencia de unas expectativas que iban mucho más allá de las propuestas que hacen las diferentes organizaciones y, como tres años antes, apuntaban en la dirección de refundar nuestro sistema político y social sobre nuevas bases, que va más allá incluso de lo que, en el lenguaje político habitual, llamamos “proceso constituyente”.

La respuesta ciudadana, tanto el 15 de mayo de 2011 como el 22 de marzo de 2014 tenía unos contenidos profundamente sociales, que desbordaban -en ambos casos- el marco del Régimen del 78 y, precisamente por eso, cogió a las mentes pensantes de la “izquierda” con el pie cambiado, sin las estrategias políticas adecuadas, incluso sin las categorías mentales que nos permitieran entender el mensaje que nuestro pueblo nos estaba transmitiendo.

Jugar en el estrecho marco político del Régimen del 78, aunque sea con la intención expresa de transformarlo desde dentro o, incluso, de subvertirlo usando como palanca a sus propias instituciones, significa aceptar presentar batalla en el terreno que nuestro adversario ha elegido; entrar al trapo que el Sistema ha puesto delante nuestra para iniciar el enésimo proceso de fagotización de los movimientos populares que éste, que tiene ya anticuerpos contra todas las estrategias que la izquierda ha intentado en el pasado, sabe cómo aplicar sus tácticas envolventes para absorber cualquier nueva experiencia que se ajuste a los modelos que ya conoce.

Para poder enfrentarnos con éxito con nuestro adversario debemos estudiar todas las estrategias victoriosas que las clases populares protagonizaron en el pasado y analizar qué es lo que tienen en común. No se trata de repetir las tácticas que se usaron en otro tiempo. Se trata, más bien, de estudiar las actitudes con las que los que nos precedieron en el tiempo encararon, de forma victoriosa, sus particulares batallas.

Comparando los diversos procesos descubrimos algunas claves que fueron determinantes en la actuación de todos ellos y la primera es que supieron jugar con el factor sorpresa, que supieron diseñar estrategias de lucha diferentes de las que su adversario estaba esperando. También tenían todos una clara conciencia de las claves culturales que diferenciaban a su pueblo y de la coyuntura política y social que estaban viviendo y supieron fabricar una revolución “ad hoc”, diseñada precisamente para actuar en un tiempo y en un lugar determinados, distintos de aquellos que dieron lugar a las soluciones desarrolladas por quienes les precedieron.

Como en la guerra de guerrillas, de lo que se trata es de llevar siempre la iniciativa, de sorprender a nuestro adversario en el lugar y en el momento en el que menos nos espera, de escoger la dimensión de nuestro particular combate en función de las capacidades reales que tengamos en cada momento. En definitiva, de que seamos nosotros los que establezcamos las reglas, el ritmo y los que elijamos el campo de batalla.

Pasando al análisis concreto de nuestra realidad actual observo que los sectores más combativos de la sociedad española están esperando nuevas propuestas de lucha, distintas a las ya conocidas. Así nos lo mostraron el 15 de mayo de 2011 y también el 22 de marzo de 2014 y, también, que cuando intuyen que éstas pueden llegar a tener verdaderas posibilidades de éxito se vuelcan sobre las calles de manera masiva.

¿Cómo traducir la movilización ciudadana en verdadero cambio social?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que sólo una actuación verdaderamente consciente, organizada y con objetivos claros será capaz de enfrentarse con éxito con un adversario que controla todos los resortes del poder, así como los medios de comunicación y de adoctrinamiento social.

Las movilizaciones que hemos protagonizado en los últimos años han servido, fundamentalmente, para ganar músculo, para visualizar en la calle una parte de nuestras capacidades, para agruparnos en torno a los objetivos más sentidos y más ampliamente compartidos.

Pero nuestra capacidad de cambiar el Sistema sigue siendo limitada, entre otras razones, porque la mayor parte de la población consciente sigue confiando, fundamentalmente, en la acción institucional, cuyos mecanismos han sido diseñados como un laberinto para erosionar y desgastar la acción de los movimientos sociales, desviando su impulso hacia mecanismos indirectos de intervención en el ámbito político que pasan, en última instancia, por la acción parlamentaria y, en consecuencia, por las precondiciones necesarias para poder incidir en ese ámbito: Entre otros, la participación en los sesgadísimos debates políticos que tienen lugar en los medios de adoctrinamiento de masas, que el poder económico controla de manera casi absoluta.

Pero nuestra humilde experiencia de lucha desarrollada en los últimos años nos ha enseñado algunas cosas:
·         La primera es que la poca o la mucha gente que hemos sido capaces de movilizar en nuestras diversas convocatorias, dado el tremendo bloqueo informativo y, lo que es peor, las brutales tergiversaciones de nuestras acciones y/o intenciones cuando se han hecho algún eco de las mismas, han sido fruto exclusivo del trabajo que hemos venido desarrollando: del boca a boca entre los sectores más conscientes y comprometidos de la población, de nuestra cartelería y de nuestra intervención en las redes sociales.
·         La segunda es que cuando hemos hecho un trabajo riguroso en este sentido, nuestra capacidad de convocatoria no ha dejado de crecer. Ergo creo que estamos en posición de trasladar esa capacidad de intervención directa con la que ya contamos hacia algún tipo de embrionario medio de comunicación que nos ayude a amplificar nuestro mensaje, apoyándonos inicialmente en las emisoras de radio y de televisión de ámbito local a las que podamos llegar y creando canales de youtube o blogs, que utilicemos de palanca para poder transmitirlo.
·         Tercera: A partir de ahí, hacer un esfuerzo para difundir la gran cantidad de luchas que están librando la multitud de colectivos que pelean contra este sistema por toda nuestra geografía y, además, elaborar un contradiscurso que transmita los conceptos y las categorías mentales que nos ayuden a enfrentar el mismo, así como informaciones y análisis acerca de lo que está pasando en el mundo y que nos está siendo ocultado o tergiversado por los medios del Sistema.

El consumo como palanca del cambio social.
Además de todo esto quisiera transmitir la necesidad de plantearnos una revisión de nuestros tradicionales sistemas de lucha. Las manifestaciones sirven para que se visibilice ésta y para facilitar el reagrupamiento de los nuestros, pero su incidencia en el cambio de modelo social y político es limitada. Tienen mucho más valor subjetivo (absolutamente necesario a la hora de construir un bloque alternativo que plante cara al poder establecido) que objetivo (incidencia real en el proceso de toma de decisiones del Sistema).

Las huelgas, paros, bajos rendimientos, etc. nos permiten actuar en el ámbito productivo de carácter sectorial y mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los que aún conservan el empleo. Pero en una sociedad que ha alcanzado las tasas de paro y de precariedad laboral que tenemos en España, cuando la robotización y tecnificación no para de expulsar de los centros de trabajo a decenas de miles de trabajadores cada año, hay que repensar nuestras estrategias de lucha global contra el Sistema. Y después de reflexionar sobre este problema he llegado a la conclusión de que apenas estamos incidiendo en el ámbito en el que tenemos una mayor capacidad de empujar el cambio social: El consumo.

Cuando hace algunos años intentamos crear nuevas experiencias de “empoderamiento” ciudadano a través del movimiento 15M, desarrollamos ámbitos de actuación que buscaban desarrollar el comercio de corto radio, las cooperativas de consumidores, huertos sociales, bancos del tiempo, monedas sociales de ámbito local, etc. con resultados diversos. Pero, independientemente de los efectos conseguidos con las mismas, aprendimos bastante por el camino.

Recuerdo, cuando intentaba explicar la necesidad de desarrollar el comercio de ámbito local entre mis compañeros, como usaba argumentos bastante sencillos que hacían comprender a mis interlocutores la gran potencialidad de dichas actuaciones:

En el ámbito político el Sistema nos permite emitir nuestro voto una vez cada cuatro años y, sin embargo, en el económico estamos votando todos los días, decenas o centenares de veces, además. Cada vez que tomamos una decisión de compra estamos votando en el ámbito económico, que es donde se concentra el verdadero poder”.

Si vamos al supermercado y echamos en el carro cincuenta productos hemos emitido cincuenta votos. Y tenemos a cientos de organizaciones intentando darnos razones para que votemos a ésta o a aquella formación política cuando el Sistema tenga a bien permitirnos opinar (una vez cada cuatro años) y a ninguna explicándonos por qué consumir el producto A es más dañino para nosotros que el B, aunque el primero sea más barato.

Cada vez que tomamos una decisión de compra estamos eligiendo a quién vamos a enriquecer: Si a una multinacional o a un pequeño productor que vive junto a nosotros. A una empresa radicada en Israel, en Nueva Zelanda o en España. A una tecnología que está destruyendo el medio ambiente o a otra que permite desarrollar una economía sostenible. A un empresario que usa el trabajo esclavo para acabar con sus competidores o a otro que está respetando la dignidad de las personas que trabajan para él. A una Sociedad Anónima que cotiza en bolsa o a una cooperativa de trabajadores que está llevando a cabo un proyecto de desarrollo local.

En el pasado se han diseñado campañas de intervención en este ámbito de carácter limitado. Está claro que si una empresa quiere hacer reducción de plantillas a pesar de obtener beneficios multimillonarios y vemos que como consumidores podemos ayudar a los compañeros que están en lucha boicoteando un determinado producto, debemos seguir haciéndolo. Pero ya hemos comprobado cómo este tipo de campañas tienen una incidencia limitada. Y es así porque, en realidad, nunca hemos diseñado una campaña de cierta envergadura de este tipo, porque ese no ha sido, hasta ahora, nuestro ámbito de intervención natural.

Propongo incorporar a nuestra lucha, de manera permanente, una estrategia dirigida a cambiar los hábitos de consumo de toda la población, con lemas genéricos que calen fácilmente en la conciencia de cada uno, que lo entienda hasta un niño pequeño. Cuando esos mensajes hayan sido interiorizados podremos pasar a un segundo nivel, con una mayor elaboración teórica o política. La propuesta que hago es centrarnos en cuatro ejes, que son los siguientes:

1) Kilómetro cero: Consume lo que se haya producido más cerca de tu casa.
Argumentario:
·         Tu vecino paga los impuestos en tu pueblo. Cuando le compras estás, también, pagando a tu médico o al profesor de tu hijo. Estás financiando el parque que habrá mañana junto a tu casa.
·         Si compras productos fabricados en las antípodas, estás ayudando a desarrollar... ¡¡los países de las antípodas!! claro.
·         Y otros en la misma línea.

2) Compra 84: A veces es muy difícil saber dónde está hecho el producto que estamos comprando. El etiquetado ha sido diseñado expresamente para que no podamos saberlo. En ese caso, sólo nos queda el código de barras: Si empieza por 84 es que el que lo ha puesto en circulación en el mercado, al menos, es español. Es mejor que nada.

3) No a los transgénicos:
·         No eres un cobaya.
·         Que no experimenten contigo.

4) No a las multinacionales:
·         Defiende a los que son como tú. Vengan de donde vengan.

Cada uno de estos cuatro ejes, en el futuro, nos puede permitir desarrollar un argumentario más profundo y nos permitirá diseñar campañas concretas contra un producto en particular, porque si las ideas básicas han calado, habrá una mayor sensibilidad hacia este tipo de temas.

El consumo es el arma que nos ofrece un mayor potencial de intervención en las estructuras del poder global, aunque no haya sido hasta ahora un ámbito sobre el que nos hayamos centrado. Si somos capaces, a través de nuestros argumentos, de nuestra cartelería, de nuestra intervención en las redes sociales, de cambiar los hábitos de consumo de nuestros vecinos, habremos creado un nuevo frente de lucha contra el Sistema que nos permitirá desplegar un combate más equilibrado y más global. Debemos seguir ensayando nuevas formas de enfrentarnos con el poder establecido, de jugar con el factor sorpresa en esta guerra de guerrillas desigual que estamos librando.

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